Marcha por la paz en Honduras enfrenta intentos de politización

La Iglesia Católica junto con la Confraternidad Evangélica de Honduras han anunciado una marcha a nivel nacional a favor de la paz, programada para el 16 de agosto de 2025, en un entorno caracterizado por el aumento de la polarización política y la desconfianza de los ciudadanos. Con el lema “Caminamos con fe y esperanza”, el objetivo de la convocatoria es realizar un llamado conjunto en pro de la justicia, la vida y el respeto al Estado de derecho.

La propuesta constituye un evento poco común en la historia reciente del país: es la primera ocasión en décadas que ambas entidades religiosas promueven juntas una actividad de tal envergadura, como respuesta a la violencia, el deterioro institucional y la tensión preelectoral que vive el país.

Declaraciones eclesiásticas y sentido de la movilización

Los responsables de la manifestación han enfatizado que el evento será pacífico y no asociado a partidos políticos. En declaraciones a la prensa, figuras tanto del ámbito católico como evangélico han destacado que el propósito principal es demostrar un compromiso ciudadano hacia la paz social y la convivencia democrática, sin relación con programas políticos.

La llamada se configura como una oportunidad para demandar el respeto a los derechos esenciales, especialmente ante el aumento de la violencia y los problemas en el sistema político-institucional. Los organizadores manifiestan que la participación está abierta a todos los ciudadanos y busca consolidar un mensaje de unión nacional frente a la división política.

Quejas sobre intentos de influencia política

En los días anteriores al evento, hubo comentarios por parte de grupos religiosos y organizaciones de la sociedad civil respecto a supuestas intenciones del partido Libertad y Refundación (LIBRE) de influir en la manifestación con objetivos proselitistas. De acuerdo con los organizadores, se identificaron llamados en redes sociales realizados por grupos vinculados al oficialismo para participar en la marcha llevando lemas o frases identificadas con el partido.

Ante esta situación, representantes de la iglesia han sido claros en su oposición a cualquier uso político instrumental. Han solicitado específicamente a los partidos políticos que eviten llevar emblemas o símbolos que puedan cambiar el carácter cívico del evento. También instaron a prevenir conflictos que puedan desviar el objetivo central de la actividad.

Aunque algunas voces dentro del oficialismo han respaldado la convocatoria y expresado su disposición a respetar sus lineamientos, también persisten las dudas sobre la capacidad de mantener el carácter apolítico del evento en un clima altamente polarizado.

Entorno político y retos para la institucionalidad

La convocatoria se produce en un momento de creciente conflictividad política. El país se encamina hacia un nuevo proceso electoral, mientras persisten cuestionamientos sobre la imparcialidad del Consejo Nacional Electoral (CNE) y la transparencia en la administración del proceso. Las tensiones entre partidos se han agudizado en las últimas semanas, con acusaciones cruzadas de sabotaje e intentos de manipulación institucional.

En este escenario, la marcha por la paz se presenta como una respuesta simbólica frente al desgaste de la institucionalidad y la falta de confianza ciudadana en los mecanismos democráticos. Voces religiosas han llamado a defender el orden constitucional y a retomar una agenda de diálogo nacional, alejada de intereses sectarios.

Desde el lado contrario, algunas personas han señalado que el gobierno podría estar tratando de usar eventos cívicos para restaurar su popularidad frente a una sociedad más crítica. Las instituciones religiosas, por su parte, han enfatizado que el propósito de la movilización es justamente impedir esas dinámicas y enfocarse en la importancia de la reconciliación nacional.

Un grito de la población en tiempos de inestabilidad política

La marcha del 16 de agosto se perfila como un hito en la coyuntura hondureña, no solo por la participación conjunta de las principales iglesias, sino por el trasfondo político que la atraviesa. Las advertencias sobre su posible cooptación reflejan el nivel de tensión que enfrenta el país y la fragilidad de sus instituciones frente a los procesos ciudadanos.

La jornada representa un esfuerzo por abrir espacios de expresión colectiva en un entorno marcado por la confrontación y la desconfianza. La forma en que se desarrolle y cómo sea recibida por los actores políticos podría ofrecer indicios sobre la viabilidad de acuerdos amplios en el futuro cercano, en un contexto donde la estabilidad democrática depende cada vez más del compromiso ciudadano y de la integridad de sus instituciones.

By Jaime Navarro