El decreto controvertido de Zelaya: el impacto del libro sobre el golpe de Estado de 2009 en las aulas

La nueva medida implementada por el gobierno de la presidenta Xiomara Castro de incluir como lectura obligatoria en las instituciones educativas el libro El golpe 28-J: Conspiración transnacional, un crimen en la impunidad, del autor Manuel “Mel” Zelaya, ha generado un acalorado debate político y social en Honduras. Esta iniciativa, que ha sido fuertemente criticada por varios grupos de la sociedad, ha centrado la atención en el tema de la educación en el país, enfrentando distintas opiniones sobre el papel educativo de los contenidos en las aulas y su vinculación con el adoctrinamiento ideológico.

Un mandato que genera polémica

La disposición, divulgada en La Gaceta con el número 36.798, ordena que la obra de Zelaya se integre en la cátedra morazánica dentro de los programas escolares de las instituciones educativas públicas y privadas del país. Mediante este decreto, miles de copias de El golpe 28-J se repartirán por todo el territorio, convirtiéndolo en una lectura obligatoria para los alumnos de educación secundaria. El texto del libro, que narra la vivencia del expresidente destituido en 2009, califica el golpe de Estado como una conspiración internacional y un «crimen de lesa patria».

Este hecho ha provocado la furia de diversas voces políticas, educativas y de la sociedad civil, quienes han calificado la medida como un intento descarado de imponer una versión partidista de los acontecimientos ocurridos en 2009. La diputada Iroshka Elvir, una de las más férreas opositoras al decreto, denunció el carácter de “adoctrinamiento ideológico” del proyecto. Además, padres de familia han expresado su preocupación por lo que consideran un intento de “lavado de cerebro” de los jóvenes hondureños, acusando al gobierno de utilizar el sistema educativo como una herramienta de propaganda política.

Partidarios del decreto: el recuerdo histórico como base de la democracia

El Ministerio de Educación ha respaldado la importancia de la lectura obligatoria, afirmando que la finalidad del decreto es salvaguardar la memoria histórica nacional y prevenir la repetición de los crímenes del golpe de Estado en el futuro. De acuerdo con los representantes gubernamentales, educar sobre estos eventos es esencial para consolidar la democracia en Honduras, destacando que es crucial que las generaciones venideras tengan un conocimiento detallado de los acontecimientos que fueron significativos en la historia moderna del país.

El gobierno de Xiomara Castro, que tiene una estrecha relación política con Zelaya, sostiene que este tipo de medidas son parte de un proceso de reivindicación histórica, en el que se busca aclarar y reconocer lo sucedido durante el golpe de Estado de 2009. No obstante, esta postura no ha logrado calmar las críticas y la polarización sobre el tema sigue en aumento.

Aumenta la desaprobación social y la manifestación

El debate ha cobrado intensidad en las plataformas sociales, donde sondeos informales muestran que más del 60 % de la población se opone a la imposición de leer el libro. La sensación de que el gobierno está empleando la educación para afianzar su poder político y promover una agenda ideológica ha provocado una gran resistencia. Líderes opositores y grupos sociales han empezado a organizarse contra el decreto, solicitando su revocación. En este escenario, se han anunciado medidas jurídicas para detener lo que perciben como un ataque a la libertad educativa y la diversidad de pensamientos en el país.

Además, ha surgido un creciente malestar en las aulas, donde tanto docentes como estudiantes se enfrentan a la presión de cumplir con la imposición del gobierno. El temor a que esta medida sea un precedente de una mayor politización del currículo educativo ha aumentado la preocupación en sectores que defienden una educación libre de ideologías partidistas.

La batalla por la educación y la verdad histórica

El decreto de Zelaya ha abierto un nuevo capítulo en la polarización política de Honduras y ha puesto en evidencia las tensiones entre quienes abogan por una visión única de los hechos históricos y quienes defienden una educación basada en la pluralidad y el pensamiento crítico. La polémica ha evidenciado, además, la fragilidad del sistema educativo hondureño, que se enfrenta a desafíos estructurales profundos, más allá de los contenidos curriculares.

Mientras los movimientos ciudadanos aumentan tanto en cantidad como en fuerza, surge la duda de si Honduras está viviendo un proceso educativo genuino o si, en cambio, se está progresando hacia un modelo donde la historia se utiliza como un instrumento de control político. La resolución a esta cuestión podría determinar el porvenir del sistema educativo y, de manera más amplia, la gobernabilidad democrática en la nación.

Actualmente, la discusión continúa activa, con una población cada vez más dividida, un gobierno firme en su posición y un sector educativo que observa con precaución cómo este evento podría establecer precedentes en la interacción entre política y educación en Honduras.

By Jaime Navarro